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Ser neoyorkino, vienés o cretense implica ver al mundo desde una cultura. Ser montevideano conlleva un imaginario en el que conviven codo a codo el mate, el Palacio Salvo, la rambla, Torres García, el tango, el candombe y el clásico dominguero. Las ciudades de Alberto Schunk son montevideanas.

 

Un filtro naturalmente superpuesto a su visión del mundo tiñe a sus paisajes edilicios y a sus personajes de un espíritu local, como un fantasma infiltrado en un cuerpo ajeno. Los ritmos geometrizantes de las formas humanas se acompasan a los ritmos entrecortados de los contextos, sólo interceptados por alguna curva sutil. El punto de vista de Schunk, aunque conmovido en la raíz afectiva de su motivación, toma la distancia necesaria a la visión de conjunto, a la percepción esencial de quien está lejos, de quien logra formalidades clásicas ubicado fuera de sí y viéndose actuar o tal vez sólo permanecer: una imago mundi, un universo revelado como lenguaje. Un montevideano en Norteamérica mira al mundo y a sí mismo proyectándose desde su profunda raigambre.

                                                                    María E. Yuguero

MATT WHITBY

P H O T O G R A P H Y

ABOUT ME

Prueba de existencia

 

"La epopeya heroica no pertenece a la tradición popular; es una forma poética creada por los medios aristocráticos"

("Aspectos del Mito" Mircea Eliade)

 

 

El universo de la epopeya heroica es ideal, homónimo del mundo de los dioses. No es éste el ámbito narrativo en el que abreva sus imágenes Alberto Schunk, sino que su material humano y circunstancial está más próximo al espíritu apologético de Aharon Copland en su "Fanfarria para el hombre de la calle".

 

 

El hombre contemporáneo y su entorno se constituyen en heroicos, pues aun carentes de tradición mítica en su sentido más lato, su atributo de trágico anonimato los inscribe en un medio espacio-temporal de soledad como situación irremisible por falta de opción. El héroe sin nombre de Jaime Ross; los héroes sin rostro ni historia de Alberto Schunk.

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